¡Maldición de Alá!
Autor: Pepe García.
10 de Enero de 2009
Ya he comentado alguna otra vez que la falta de oxígeno que da el correr debe ser muy creativa. Hace unos días, corriendo sobre una preciosa nevada, di un pequeño resbalón y se me vino a la cabeza automáticamente la curiosa maldición del título. A partir de ahí, me empezaron a venir un montón de recuerdos a la cabeza.Hoy, volviendo a correr sobre otra preciosa nevada, he completado más aquellos recuerdos y quiero anotarlos antes de que se me olviden.Cuando yo era pequeño, como (quizá afortunadamente) no había televisión, los cuentos (no les llamábamos “tebeos”) tenían una importancia enorme.
Recuerdo especialmente “El Pulgarcito”, que nuestros padres nos traían los miércoles (“el día del mercau”) de Villaviciosa. El Pulgarcito retrató de forma muy sutil (los torpes censores ni se darían cuenta) y realista las miserias (y pequeñas grandezas) de la gente de la posguerra con personajes inolvidables como Carpanta (el hambre), Don Pío (el oficinista mediocre), Gordito Relleno (el obeso), Doña Urraca (la mala leche), El Repórter Tribulete (que en todas partes se mete), Pascual (criado leal, por Nadal), los Zipi y Zape, etc, etc (podría seguir un rato largo, incluso nombrando a sus dibujantes). Aprendí muchas cosas de aquellos Pulgarcitos: que había roscones de Reyes con sorpresas (a Carpanta le tocó en su trozo una muy grande y se quedó sin comer), cómo funcionaban las ciudades y sus gentes, ...Pero volvamos a lo del título. Esa maldición era la que lanzaban, en las luchas, los moros del Guerrero del Antifaz. Y, recordando eso, recordé la costumbre que teníamos, los críos afortunados que leíamos cuentos, de, cuando nos gustaba un personaje, “ser” ese personaje para los juegos. Bien entendido que, cuando alguien se “cogía” a un personaje lo hacía en propiedad para siempre, es decir, ya nadie más que él podía serlo.Y aquí viene una de mis grandes decepciones infantiles, el aprendizaje en la vida siempre es duro.Mi hermano Manolo “era” el Guerrero del Antifaz. Entonces, en una de las aventuras de este famoso y bravo guerrero, apareció otro personaje, llamado Osmín, que iba disfrazado casi exactamente como él. Y digo “casi” porque llevaba unas calzas un poco mosqueantes (su nombre y su curva espada ya debían haberme advertido). El caso es que, en cuanto lo vi, lo cogí y “fui” oficialmente Osmín. Pero ¡oh horror!, cuando terminaron la aventura, Osmín se quitó el disfraz y ¡se quedo hecho un moro, con todos sus arreos, turbante incluido! Un moro bueno, pero un moro, al fin y al cabo. No tuve más remedio que renegar de él.Nada menos que un moro, a los que, como contestó mi otro hermano Luis en su examen de Ingreso en Santander, “derrotó el Cid en la Batalla de Covadonga”. No es raro que contestara eso teniendo en cuenta que él no fue formalmente a la escuela de nuestro padre (una especie de célula de la Institución libre de Enseñanza) donde se aprendían muy bien las cosas. Y digo “formalmente”, porque informalmente sí que fue: se paseaba en triciclo por entre las mesas. Le teníamos entrenado para que al grito de “¡Luis, el Inspector!” (que una vez llegó) cogiera el triciclo y saliera disparado.Vuelvo a coger el hilo.
Mi decepción fue gorda, pero mayor fue otra de mi primu Paco (le habéis visto varias veces en el Foro en “La cordada de Sietes”).Había otro personaje que se llamaba Diego Valor. Comenzó con una serie en la radio, con el título “Diego Valor, piloto del futuro”, y después empezamos a conseguir los cuentos. Curiosas, imaginativas (sillas volantes que se manejaban con la mente) y futuristas aventuras de unos terrestres en Venus ayudando a los venusianos buenos a luchar contra los malos (los wiganes) dirigidos por el super malo: el Gran Mekong.Bueno, pues mi hermano Manolo nuevamente anduvo listo y se hizo con el personaje principal: Diego Valor. Yo “fui” su amigo Portolés, el cual no me decepcionó al verlo en los cuentos: llevaba la misma chaqueta de piloto (con piel en el cuello) que Diego Valor, era rubio en lugar de moreno y tenía una pequeña sobarbita sin mucha importancia (recursos del dibujante, Builla Bayo, para que no fueran iguales). Además, su rubia novia, Kira, era muy guapa.Paco se hizo con el personaje de Contay, nombre que sonaba bien en la radio, pero, cuando lo vimos en los cuentos, ¡resultó ser un venusiano verde y calvo como todos!. Decepción más gorda que la mía con Osmín.
La infancia es dura.El personaje que más satisfacciones me dio fue Mendoza Colt, el cual conseguí “ser” antes que nadie. Lo dibujaba el gran Martín Salvador. Llevaba un par de revólveres con las culatas hacia delante y desenfundaba cruzando las manos por delante. Me hice con un juego (los hacíamos de madera imitando el dibujo de la portada de los cuentos, cuando los conseguimos de verdad fue increíble) poniendo la hebilla del cinturón hacia atrás para que me quedaran igual. Mi primu Paco “fue” Pistolas Kennedy, un pistolero malo muy atractivo. Lo malo es que lo terminó matando Mendoza Colt (o sea, yo) en un duelo memorable. No le salían bien los personajes a Paco.Hasta aquí me dio la falta de oxígeno. Quise anotarlo en cuanto llegué a casa antes de que se me olvidara.
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