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Cucufato Pi o el erotismo frustrado

Guillermo Cifré Figuerola (2ªparte)
Dibujante y guionista / Traiguera, 1922 - Barcelona 1962, de él nos dice Jesús Cuadrado: Fue el más grande creador (junto a Vázquez y Coll) de toda la historia de la historieta Española de humor.

Somos conscientes de que la obra de este autor no puede resumirse, ni en unas pocas líneas, ni con una pequeña muestra de algunos de sus personajes. Por ello hemos querido centrarnos, básicamente, en uno de sus personajes: Cucufato Pí, para quien esto escriben uno de sus mejores personajes junto al Reporter Tribulete, Las Tremebundas Fazañas de Don Furcio Buscabollos y Amapolo Nevera

Cucufato Pi O el erotismo frustrado.


Como ha señalado Vázquez de Parga en Los Cómics del Franquismo, es indudable que las limitaciones censoras impuestas a los tebeos en los años de posguerra no tuvieron, respeto a la historieta de humor, la eficacia deseada, y ello quizá porque el dibujo dislocado, el dialogo disparatado y el chiste final hacían impensable cualquier implicación ajena al gag desarrollado, conformándose así una voluntad testimonial que desgraciadamente empezó a perderse a partir de, aproximadamente, 1959 cuando la censura y una nueva generación de dibujantes irrumpe en el mundo de la historieta e impone una nueva visión del mundo y que culminó con el segundo gran hito de la primera en 1962, fecha de consumismo y desarrollo a través de la Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles.

No puede plantearse un estudio sobre la historieta de esos años sin tener en cuenta las condiciones sociales, económicas y políticas en las cuales se inscribe, en la que la arbitrariedad del poder dejó grabadas en nuestra memoria colectiva expresiones como: "No sabe usted con quien esta hablando", o "se va usted a enterar". La trasnochada educación que, desgraciadamente, nos impartían en aquellas escuelas nacidas al amparo del nacional- catolicismo que relegó a la mujer a la cocina y le reservó las interesantes tareas de coser, limpiar, procrear y rezar, en la nos preguntábamos muchas cosas que nunca nos enseñaron.

De la historia de España sabíamos lo de Don Pelayo, los Reyes Godos, Isabel y Fernando, un poco del dos de Mayo y ya pasábamos al Caudillo. Aquellas escuelas en que nuestras principales asignaturas eran Religión, Moral, Educación Patriótica, Catecismo, Cara al Sol, Montañas Nevadas y Viva España cada mañana. También algo de gramática, geografía y aritmética.

El sistema de censura previa, hizo que el Estado tuviera en sus manos todo el manejo de cuanto pudiera incidir en cualquier faceta relacionada con la cultura. Así pues la censura gubernamental, política, con respecto al contenido de los tebeos, y la censura social, extrapolítica, con relación al medio historietístico, en el sentido más peyorativo, llevaron al tebeo español a su propia autocensura, tanto por parte de los editores como de los propios creadores, siendo ésta más nefasta en las décadas de los años sesenta y setenta que en los cuarenta y cincuenta.

Como señala también Vázquez de Parga en Los Cómics del franquismo, uno de los mayores inconvenientes de esta censura oficial fue la carencia de una normativa precisa a la que hubiera de sujetarse la edición de historietas, pues los editores ignoraban hasta dónde podían llegar y desconocían lo que se les iba o no a prohibir con el consiguiente desconcierto que no sirvió sino para agudizar el mecanismo de la autocensura.

En nuestro país los tebeos han sido y siguen siendo un producto para niños, y desde este contexto su desarrollo y su evolución han devenido difíciles en extremo. Si bien lo cierto es que ya en los años cuarenta los cómics de humor, reflejaban una serie de situaciones que en modo alguno iban dirigidos a la infancia, y que captaron la atención de numerosos adultos, a pesar de publicarse en semanarios infantiles, estableciéndose, de este modo, una especie de complicidad entre el autor y el lector adulto. Sin embargo, las gentes bienpensantes han mantenido, y mantienen aún hoy, al cómic en la consideración de un subproducto deleznable.

Visto el sentido peyorativo que se le daba a la historieta autóctona, nos resulta mucho más meritorio el trabajo de estos autores, que dentro de las limitaciones a las que se veían obligados, fueron capaces de ofrecernos un retrato de la sociedad en la que les toco vivir, eso sí, en clave de humor.

En una sociedad en la que se imponían virtuosos criterios cargados de humanidad y catolicismo medievales, en las que se encarnaban las más tradicionales virtudes y bondades que el ser humano alberga en su alma... y un sin fin de etcéteras, en la que los personajes de historieta debían permanecer alejados de cualquier contacto carnal; sorprende, en cambio, que Cucufato Pi, Ángel Amor o Golondrino Pérez hicieran de la persecución de las representantes del bello sexo su razón de existir. Y esa persecución debe entenderse que no tenía por único objeto el admirar las estilizadas curvas femeninas que los humoristas tan astutamente sabían dibujar.

De los tres citados, queremos ocuparnos de Cucufato Pi, creación de Cifré y que fue quien obtuvo mayor popularidad como consecuencia, con toda probabilidad, de haber alcanzado una vida más prolongada.

Salvador Vázquez de Parga define a Cucufato como un señor bajito y feo, calvo, con espesas cejas y dos masas de cabello encima de las orejas. Enamoradizo a primera vista, siempre hacía objeto de su pasión a señoritas altas, curvilíneas, elegante encarnación de la belleza femenina de aquellos años. Cucufato pues se dedicaba al asedio de estos monumentos utilizando un lenguaje romántico y trasnochado mientras su alrededor se llenaba de simbólicos corazones que indefectiblemente acababan hechos pedazos ante el rechazo de su amor. Porque Cucufato era un reprimido sexual que cada semana trataba de superar su represión sin conseguir acabar con su enorme frustración erótica.

Para toda aquella generación que vivió la dura realidad de miedos y de hambre, donde se nos condenaba con las más pavorosas anatemas sobre el sexo, las aventuras y desventuras amorosas de Cucufato fueron como un soplo de aire que nos ayudaba a transgredir las normas que pretendían imponernos quienes nos gobernaban, quienes se enriquecían a costa de las penurias del ciudadano de a pie, de quienes actuaban con una doble moral, Cucufato Pi fue como un soplo de aire fresco y percusor del personaje, salvando las distancias, de los que tantas y tantas veces interpretaría Alfredo Landa.

Cifré fue uno de los grandes de la historieta de los años 40/60 junto a Peñarroya, Conti y Escobar. Luego vinieron Vázquez, Ibáñez, Raf, Nadal, Gin, Iñigo etc.

Guillermo Cifré Figuerola, nació en Traiguera (Castellón) en 1922 y murió en Barcelona en 1962. Cuarenta años de fructífera vida porque siempre fue un dibujante de imaginación rápida y trazo fácil, con una acusada personalidad.

Empezó a dibujar en el colegio creando una revista de cuatro páginas que vendía a sus mismos compañeros, para poder comprar más papel y lápices de colores, lo que ya nos da una idea de la personalidad del autor.

Su primer contacto con la Editorial Bruguera lo tuvo los quince años, cuando con su carpeta debajo del brazo visitaba a don Francisco Bruguera en la calle Mora la Nueva, para mostrarle sus dibujos. Muchos de ellos se quedaban allí.

Así fue creando personajes que se hicieron famosos rápidamente. Don Furcio Buscabollos, caballero medieval, que hablaba en un pseudo Italiano, El Reporter Tribulete, que en todas partes se mete, y Amapolo Nevera, un tipo muy enamoradizo, que eran los tres personajes con los que Cifré se sentía más a gusto, de los que creaban historietas más divertidas, porque Cifré era su propio guionista. Don Tele fue un personaje precursor; comenzó a publicarse cuando en España no se había instalado, todavía, la televisión.

Pero sus aficiones artísticas no se limitaban únicamente a ser “ninotaire”, sino que gran aficionado al campo salía muchos domingos para pintar al óleo. También le gustaba pintar acuarelas y hacer dibujos al carbón y participó, como cabeza de serie, en las películas de dibujos animados que se realizaron en los Estudios Chamartin, de Barcelona.

En los meses de otoño, Cifré con sus inseparables Escobar y Peña (termino cariñoso con que llamaban a Peñarroya) se iban a buscar setas. Y regresaban con buenos cestos repletos de rovellones.

Dibujó también chistes para Inglaterra y Alemania, a través de agencias. En España, aparte de las historietas que dibujaba para los tebeos de la Editorial Bruguera (Pulgarcito, El DDT, Campeón, Tío Vivo, etc.) colaboró en revistas y diarios deportivos, ya que era un gran aficionado al fútbol. En la revista “Dicen” publicaba cada semana una tira “Don Césped”, sobre incidencias de los partidos en las que muchas veces aparecía él mismo, autocaricaturizándose. Colaboró también en otras revistas como “Glosa” etc.

El primer personaje que publicó en Bruguera data de 1947 y fue Artemiso Cañaveral. Además de los personajes ya mencionados creó Cucufato Pí, Rocín y Pilón (media página), Cepillo Chivatez, Golondrino Pérez, El sabio Megatón, etc.

También dibujó tiras y chistes sobre personajes como “Vagancio”, y “Rosalia”.

Las historietas de Cucufato, de carácter más o menos testimoniales, que se limitan a reflejar con cierta dosis de ironía la realidad circundante, evidencian un espíritu que no se reduce al simple testimonio, que trasciende más allá, que expresan los verdaderos sentimientos subjetivos de la represión sexual a la que se quiso someter a todo españolito manteniéndonos alejados de cualquier contacto femenino fuera de la sagrada institución matrimonial.

La bestia viva que fue durante cuarenta años la censura franquista, cuidó cuido de tapar ombligos, besos, rodillas, muslos y todo cuanto fuera epidermis femenina que pudiera atentar a la moral católica de los adolescentes españoles. Los tebeos fueron masacrados con su absurda intervención, mutilando originales, había que cuidar muy mucho de evitar el peligro de los pecados de la carne.

Es por todo ello, lo que hace que no encontremos palabras para expresar la admiración que su obra nos merece. Cada día que pasa, creemos más y más que Cifré, al igual que muchos de aquellos artistas, fue demasiado grande para el tiempo que le toco vivir.

Cucufato Pi

Cucufato surge de la combinación de la voluntad y capacidad narrativa con la que Cifré lo provee, y con un cierto deseo de influir de algún modo en la conciencia del lector adolescente, ya que Cucufato es alguien que se enamora a primera vista. Así pues sus aventuras y desventuras consistían en el asedio constante a las espléndidas féminas salidas del lápiz del autor.

Habrá que reconocer que en una buena parte de las situaciones de las historietas de Cucufato, están realizadas con pretensiones eróticas a las que la imagen curvilínea de las distintas féminas se prestan con generosidad.

Sin embargo esta persistencia de un mismo tema no debe ser identificada como monotonía o pobreza de recursos. Al igual que ocurre con otras formas expresivas, tan sólo pretende adaptar sus mensajes a las posibilidades materiales de los ingredientes sobre los que se fundamenta.

Leer hoy día las primeras historietas de Cucufato, supone encontrarse con un mundo en que es violada impunemente la férrea censura de la época.

Si de entrada admitimos, que en su gran mayoría, los dibujantes y guionistas que han pasado o que han construido la historia de la historieta humorística de posguerra, poseían una sensibilidad especial para captar la realidad social en la que se hallaban inmersos, debemos admitir también, que dicha sensibilidad fue cercenada de raíz: censura interna al dibujante, externa la proveniente de la editorial o del estado, quedando descartados aquellos mensajes que entraran en conflicto con lo que la clase dominante entendía por realidad evidente en sí misma, es decir, quedaban descartados aquellos signos cuya función de sentido sea conflictiva con la ideología dominante.

Esto supuso que poco a poco las historietas de Cucufato fueran perdiendo su garra inicial hasta su desaparición como personaje y como historieta. A este proceso irreversible de degradación se deben la infinita banalidad y estupidez en que acabaron convirtiéndose los tebeos de humor autóctonos.

Por lo que no tiene sentido culpar ni malgastar esfuerzos en acusar a algunos autores de la época que no hicieron sino reproducir lo que los modelos ideológicos demandaban

Debemos entonces concluir que todo lo que pudieran tener de subversivas aquellas historietas, se perdió cuando se las obligó a perpetuar el orden de cosas existente. Pero cuando menos tuvo un principio de asombrosa vitalidad. Sus primeras historietas fueron, naturalmente, las más eficaces respecto a las posibilidades testimoniales del personaje.

La eficacia de la censura para eliminar todo rastro de crítica social, y no digamos ya política, fue algo bien conocido por les profesionales del tebeo posbélicos. El que junto con la crítica social pudieran desaparecer también el interés, la estética o el ingenio, es algo que se supuso secundario. Lo realmente importante fue que el niño, el adulto no sufriera una impresión desagradable.

Creo que lo dicho hasta aquí sirve perfectamente, si lo acotamos adecuadamente, para que nos hagamos una idea de las dificultades que tuvo un medio expresivo como la historieta en nuestra posguerra. Hubo aún así una historieta española de auténticos logros. Historieta de la que Cifré fue uno de los más firmes puntales y que estuvo a la cabeza en el difícil genero del humor, genero que dominó a la perfección, sin recurrir a elementos ajenos al contexto elegido como referente

Debíamos este apunte sobre este gran autor que llenó con su peculiar estilo toda una larga etapa del tebeo español. Atrás, pero no en el olvido, sino hondamente calados en una conciencia individual y colectiva, quedan los inolvidables personajes que creó para nuestro solaz entretenimiento

Manuel López


Ver también la primera parte de este estudio sobre Cifré.