Artículo esrito por Manuel López
A lo largo de mi colaboración con El Boletín les vengo hablando de los tebeos que leí en mi infancia y adolescencia. Unos tebeos apasionantes en ocasiones, ingenuos en otras y que de un modo u otro han marcado mi vida de lector.
Ello me ha permitido releer tebeos, algo que hacía mucho tiempo que no hacía. He recuperado una actividad que me encantaba. Estoy redescubriendo series que quizá en su día no aprecié del todo... y me he decepcionado de otros títulos a los que no incluiré en estas colaboraciones
Y probablemente no soy lo objetivo que debiera, ya que me dejo llevar irremediablemente por la pasión, y trato de transmitirles esa sensación mágica que tengo al leer un tebeo que me encanta.
El primer amor no siempre es el primero en el tiempo, sino aquél que se nos queda fijado para siempre en nuestra vida y nos sirve como modelo y referencia de los posteriores. Así lo sostiene la joven Espido Freire -ganadora del Premio Planeta con “Melocotones helados” - en su último libro, una obra de ensayo divulgativo con algunas -muy pocas- evocaciones biográficas.
Ese "primer amor" al que se refiere la autora es lo que otros llaman el gran amor, el amor verdadero o el amor de toda la vida. "No se vive más amor que el primero -afirma, con rotundidad-: a partir de ahí, comienzan a amontonarse. De hecho, no se siente más amor que el primero, rememorado una y otra vez".
Y quizá haya algo de cierto en eso, cuando menos en lo referente a los tebeos y muy especialmente a sus autores. Ciertamente el primer tebeo no es el primero en el tiempo, sino aquél que se me quedado fijado para siempre y me ha servido como modelo y referencia y ese autor es: Manuel Gago. Uno de los más grandes. No sé cuantos de los aficionados actuales conocerán su nombre y su cara, pero les suenan El Guerrero del Antifaz, El Pequeño Luchador, El Hombre de Piedra, El Espadachín Enmascarado ¿A alguno le suena El As de Espadas, El Paladín Audaz?, Piel de Lobo…
En el Guerrero del Antifaz, Gago empezó a mostrar su estilo gráfico ágil e impactante que revolucionaría el mundo de la historieta española en los cuarenta y cincuenta. Lamentablemente, ni Valenciana ni Maga (construida enteramente sobre él) le pagaron jamás los derechos de autor que le correspondían
Su mejor legado está en sus páginas. Será siempre recordado y, cada vez que veamos uno solo de sus dibujos o uno solo de sus personajes